Hoy toca hablar de superhéroes, mis queridos lectores. Y hablar de superhéroes implica hablar de poderes extraordinarios, de moralidad, del deber y el sacrificio, y de un montón de significantes más que harán las delicias de cualquier obsesivo, o buen aficionado al género que se precie.
Hace no mucho tiempo, los griegos adoraban a sus dioses del Olimpo y contaban sus míticas historias con un deje de excitación en la voz: historias de epopeyas griegas de las que luego se han hecho películas, personajes de heroicas hazañas que han inspirado a más de un simple mortal, leyendas que han alimentado la imaginación de futuros escritores y directores… Hoy en día (y teniendo en cuenta que hemos avanzado un poco desde aquella época) tenemos a los Vengadores, a Batman, a Superman, y a tantos otros que la industria cinematográfica no deja de ofrecer. Sí amig@s, nuestros queridos Iron Man, Thor, o el capitán América no dejan de ser apolíneos héroes adaptados a nuestra sociedad y diseñados para embelesarnos con sus apasionantes aventuras. Al fin y al cabo, enfrentarse a un ejército chitauri no deja de ser una hercúlea tarea…
Pero, ¿qué tienen de especial los superhéroes? ¿Qué es lo que hace que nos involucremos tanto con sus historias, que pasemos horas debatiendo sobre cuál de los Vengadores nos gusta más, o que discutamos airadamente si preferimos a Batman antes que a Superman? La respuesta a esta pregunta es lo que ha originado este post, y como comprobaréis una vez terminada su lectura, no hay una respuesta única, del mismo modo que no hay un único superhéroe favorito para todos.
Resumiendo en demasía, y a riesgo de asustaros con un spoiler, hay distintas razones por las que nos podemos sentir fascinados por uno de estos superhéroes: la identificación, la proyección, la sublimación, y posiblemente la más lógica de todas: el afán por encontrar un ideal del Yo. Pero para entender mejor todas estas razones, pongamos nombres y apellidos y comencemos a analizar a estos seres poderosos.
¡Que levanten la mano aquellos obsesivos fans del capitán América! ¿Se os cansa la mano, chicos? Y ahora que levanten la mano aquellos fans de Iron Man… Puedo imaginar las caras de algunas histéricas con sonrisas socarronas. ¿Y qué sucede con las fobias? Pues bien, los fóbicos sabemos manejarnos con tantos trajes que se hace difícil elegir a uno, pero puede que Batman seduzca a la mayoría… ¿Por qué estos y no otros, por qué para estas estructuras? De nuevo, hablar en términos de estructuras es muy generalista, pero permitidme la licencia. Un superhéroe como el capitán América no tiene nada que ver con Iron Man, y desde luego Batman no tiene casi nada en común con Hulk… ¿o puede que sí?
Cada uno de ellos apela a ciertos fantasmas que llevamos dentro de nosotros. Y hay algunos fantasmas que compartimos por estructura, del mismo modo que hay fantasmas únicos por nuestras experiencias vitales. El capitán América es el héroe obsesivo por derecho propio. Steve Rogers representa a los ideales del deber, el esfuerzo, la constancia y el patriotismo, por encima de cualquier deseo. Rogers es la ley hecha persona, pero sin los molestos sentimientos de culpabilidad que implican ostentar dicha posición. El hecho de que tantos obsesivos adoren al capitán América nos habla, por una parte de la identificación que hacen con sus valores morales, y por otra de la atracción que ejerce hacia ellos el poder sublimar toda la agresividad, el tánatos y el poder de destrucción presente en su estructura. En el extremo opuesto de este continuo de rectitud y moralidad que defiende el capitán, tendríamos a Iron Man: un millonario, play boy, excéntrico y soberbio empresario, cuyos límites entre el bien y el mal parecen un tanto más laxos que los de su compañero Steve. Iron Man parece que se ha saltado la castración: no hay un gran pago por el poder que tiene ni ocupa posición de muerto alguna, sino que se jacta de ser un superhéroe y muestra sin reparos todo lo que su traje le permite. El hecho de que su condición de superhéroe venga dada por un traje que ha podido desarrollar gracias a su riqueza, no deja de ser un detonante más para alejarlo de la castración que por norma muestran el resto de superhéroes. Pero Iron Man también tiene su público, y su personalidad arrolladora y encanto puede resultar muy atractivos a las estructuras fóbicas (¿quién dijo falo?), del mismo modo que podemos reconocer algunas cualidades muy humanas en Tony Stark y sentirnos identificados con ellas.
Y por último, pero no menos importante, tendríamos a Batman. El caballero oscuro nunca ha hecho tanto honor a su nombre como con las películas de Nolan. Bruce Wayne se parece en cierta medida a Stark: riqueza, empresario de éxito, gran vida social… Pero su alter ego, Batman, es (en mi humilde opinión y con el permiso de Superman) el que mejor representa las características que debe tener un superhéroe. No en vano quedó segundo en el top 100 de héroes de comics de IGN (el primero fue el dichoso Superman). Batman no deja de ser un simple e infeliz humano que se esconde tras un significante, para luchar por aquello por lo que no se atrevería a luchar jamás siendo simplemente Bruce: su ciudad, sus padres, y él mismo. Siendo Bruce es un millonario soberbio más, pero siendo Batman ejerce la ley y se convierte en Nombre del Padre para una Gotham que lleva tiempo pidiéndola a gritos. Nunca se ha escenificado mejor la posición de muerto en una película como en “The Dark Knight”. Batman ejemplifica como el mejor la castración que supone el ser superhéroe, el pago que se ha de realizar por ocupar una posición imposible.
Este post es tan sólo un esbozo del psiquismo de algunos de estos seres extraordinarios, y las posibles razones que nos llevan a encariñarnos con ellos. Pero permitidme que lo termine hablando de mi superhéroe favorito. En realidad son dos, y uno viene por la vía del Ideal del Yo, y el otro viene por identificación. Mi ideal del Yo, en lo que a superhéroes se refiere, es Batman, como ha quedado demostrado arriba. Para una fóbica como yo, el elegir voluntariamente esa posición de muerto, el sacrificarse a sí mismo por el bien común, es algo muy difícil de concebir y encomiable desde mi humilde estructura. Mi otro superhéroe viene por la vía de la identificación, y ocupa un lugar tan importante en mi simbólico, que incluso mi inconsciente me lo ha susurrado en sueños en alguna ocasión… Hulk, que a duras penas se puede calificar como superhéroe, me recuerda a mí misma en un momento muy concreto de mi terapia. Hulk lleva sus poderes como una enorme carga, porque siente un completo descontrol hacia ellos. Sin embargo, en un momento crucial de Los Vengadores, hace una gran revelación sobre sí mismo y su alter ego verde: “siempre estoy furioso”, dice al capitán América. Ese es su secreto. No se puede luchar contra lo que uno es, mis queridos lectores, y eso es lo que me enseñó mi gran amigo verde en un momento determinante de mi terapia: porque algunas veces, los fantasmas de uno pueden dar incluso más miedo que los mismísimos chitauri…
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